miércoles, diciembre 14, 2005

Carta a un conocido desconocido

Estimado señor con lunares como lagrimas:

Un año después vuelvo a su ciudad. El tren pasaba sin parar por la estación de tu pueblo. Vi los bancos en los que te esperaba o en los que volvía cargada de besos, abrazos y caricias después de una noche contigo. Esta vez tu no me esperabas en los andenes, pero estabas en las espaldas de todos los hombres que seguía con la mirada, sin saber si quiera si esperaba que fueras tú. Y comenzó el recorrido de esta semana por tu ciudad sin ti.

Me despierto con el olor de crepes, pan fresco, fruta, y una sonrisa. Fotos de viajes, historias del Bierzo, recuerdos de la infancia peleándonos por ser monagillas, música francesa, duermo en un cuarto con espejo y rodeada de las marionetas de Arantxa que vigilan mis sueños. Paseos con Olga perdiéndonos en el barrio gótico. Un té en Valvidriera y otro más en el Café Zurich con un enorme sombrero sobre mi cabeza. Sentada en la arena del mar leo a Trapiello, andar sin que las olas me alcancen, nos adentramos en las calles para tomar unas cañas y unas tapas. Fiesta en una casa que van a derribar, la gente danza al ritmo de la música, a mi alrededor escucho charlas en italiano, en francés, en castellano, en catalán y todos parecen felices. Riegan una plaza con un gato de Botero, nos paramos en un bar con figuras burtonianas de papel maché, me encuentro con un viejo amigo de Edimburgo, de nuevo el mar, a lo lejos pequeños puntos hacen surf y me vuelvo a acordar de ti, me pregunto sí serás uno de esos puntos o sí ni siquiera estarás aquí.

De vuelta a casa al pasar por tu estación donde mi tren no para, la noche no me dejo ver el banco donde me sentaba a esperar para volver a la ciudad. Todavía no sé cuanto me duele el que no te haya echado de menos.

Tres besos tres, por los viejos tiempos de la mujer con sombrero.