lunes, diciembre 19, 2005

"La Madre" de Máximo Gorki

Ultima página de “La Madre” de Máximo Gorki. No sé si me alegra o me entristece no habérmelo leído durante mi adolescencia. Sin lugar a dudas es una de las mejores propagandas comunistas que he leído nunca. Me parece un libro muy inteligente y que cumple sin lugar a dudas su propósito.
La historia nos es contada con un lenguaje sencillo, a través de los ojos de una madre casi sin nombre que es llamada Madre por la mayor parte de los personajes. Esta madre se va transformando poco a poco por los hechos que suceden y por las enseñanzas de su hijo y demás camaradas.
“Nosotros, la gente ignorante, oscura, lo sentimos todo, pero nos es difícil explicarlo. (...) Yo ahora puedo hablar algo de mí y de la gente, porque he empezado a comprender y puedo compara. Antes vivía sin tener con qué comparar. En nuestro medio todos viven lo mismo. Mientras que ahora, veo cómo viven otros, recuerdo cómo vivía yo... ¡y es amargo, duro! (...) Puede que yo diga alguna inconveniencia, y que no haga falta hablar de esto, porque ustedes todo lo saben... pero quisiera abrir mi corazón ante ustedes, ¡para que vieran cuánto bien y felicidad les deseo!”

“Es como si a las gentes les hubiera nacido un nuevo Dios. ¡Todo para todos, y todos para todo! Así es como yo os entiendo a vosotros. Sois en verdad todos camaradas, todos de la misma familia, todos hijos de una misma madre: la verdad”

“¡No apagarán la verdad ni con mares de sangre!... ¡No hacéis más que aumentar la ira, insensatos! ¡Caerá sobre vuestras cabezas!”

Postula el comunismo y la lucha de la clase obrera como una nueva religión. La forma de vida contrasta penosamente con la que nos era contada por ejemplo en “Ana Karenina”. Es una pena que yo sea un poco atea y no crea tampoco en la religión comunista que se predica en “La Madre”. Al leer el libro, al igual que al ver la película “El Hundimiento” no pude evitar acordarme de todos los muertos que cayeron en ambos sistemas totalitarios.

“Uno se pasa unos años reprochándole a su padre haber ganado la guerra. Luego otros en que ignoramos que la hubiera ganado. Cuando al fin estamos dispuestos a admitirlo, somos todos tan viejos que sólo tenemos fuerzas para preguntarnos si valió la pena hacerla. Cuando ocurre esto, ya ni siquiera sabemos de qué hablan Nos miramos con pena, tal vez amargamente, cada uno desde una orilla distinta. Orillas distintas del mismo río. “ del grandísimo Andrés Trapiello.